Dos fueron los condicionantes básicos del proyecto: un presupuesto muy reducido y la necesidad de almacenar 6000 discos.
La tienda, situada en la calle Ferlandina de Barcelona, se adapta a un local comercial estrecho y de altura variable, típico del barrio del Raval.
Para aprovechar el único punto de entrada de luz natural, se invirtió el 10% del presupuesto en recuperar el acceso-escaparate de la entrada, y acristalarlo. Tanto las cajoneras como la iluminación que las acompaña, se colgaron de muros de medianera y techos, y se colocaron a lo largo de la tienda. Esto nos permite ver el máximo de superficie de suelos, techos y paredes libres de mobiliario, algo que durante el proyecto consideramos necesario para un local de estas características.
Por otro lado, el mostrador tenía que estar expuesto a la calle, tanto para tener un control de la tienda como para dar un confort de luz natural a los dependientes. De la misma forma se decidió que los platos de escucha tenían que estar en la entrada a modo de escaparate. Por esta razón se unieron los dos cuerpos en un mismo mueble en zigzag que afronta un compromiso entre su uso y la volumetria existente del local.
Este mueble también requería almacenar vinilos bajo el mostrador, por lo que su imagen final era muy masiva. Esto se solucionó invirtiendo un 30% más que en el resto de mobiliario forrándolo de espejo, así se refleja el pavimento y el mueble se desmaterializa.
Todo el mobiliario se construyó con listones de pino y contrachapado de ocume cortado con control numérico. Así se conseguía de forma económica, junto con el blanco de paredes y techos y el gris del suelo, un espacio neutro donde el colorido de las portadas de vinilo fueran lo más llamativo.
El almacén, que se apoya tras el núcleo de patio y baño, se resolvió con estantes de aluminio estandarizados y un panelado de policarbonato alveolar retroiluminado con luz fluorescente, que contrasta con el resto de la iluminación cálida de las linestras sobre la madera.
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